Provechito

De las cosas que mas me gustan del lugar donde vivo son ciertas costumbres comedidas de nosotros los chilangos. Seguramente se comparten aquí y allá, pero en conjunto estas costumbres nos distinguen, y a veces, nos explican.

Estando en una taquería, el comensal que acaba de pagar su consumo se dirige con buena voz a los otros clientes cercanos y que nunca había visto en su vida, y les desea "provecho" mientras se retira. 

En los restoranes o cantinas donde hay que ir pidiendo permiso para poder salir,  se reparten "provechos" a conocidos y desconocidos a todo lo largo del salón. 

Cuando el lugar es más pequeño, la forzada intimidad que obliga deglutir a centímetros del conciudadano crea una especie de tensión entre éstos, que se disipa completamente al exhalar un "provecho", al retirarse.

Y en general, si alguien se encuentra con alguien que está comiendo, el mejor saludo es "provecho" o "buen provecho".

Y todos estos "provechos" son agradecidos con el mismo entusiasmo: no importando que tengamos medio taco de buche en el ídem: "Gsahshias!!", .. "¡Gracias, Gracias" contestamos siempre esos "provechos" mientras inclinamos levemente la cabeza, y miramos a los ojos al totalmente desconocido provechante con una leve sonrisa.  Cuánta amabilidad.  

A mi la verdad me emocionan estos buenos deseos tan sinceros y entusiastas de que los alimentos que acabamos de consumir o estamos consumiendo, nos caigan a ambos -a todos- bien al estómago, y encima resulten provechosos o nutricios.  

Y en nuestra querida CDMX, desde un restorán de las lomas, hasta una miguería de tepito, todos nos deseamos provecho a todos, todo el tiempo: una sinfonía de la buena digestión.  

¿Cuál será el origen de esta bonita costumbre? Sería una asignatura historiográfica interesante, pero ahorita prefiero simplemente elucubrar: Tal vez viene de cuando el hombre comenzó a ser social, empezó a especializarse y a compartir su comida, y hubo de advertir me imagino, que si algo les caía mal, digamos del mamut asado de la comida, pues les haría daño a todos en la cueva, por lo que se desarrolló por la vía de la evolución ese divertido pero asqueroso instinto que tenemos de vomitar en grupo cuando alguien toma la iniciativa. El beneficio era claro: la supervivencia. 

En contraposición,  expresar el deseo de que el mamut de la comida, que fue cazado el mes pasado, pues no vaya a matar a nuestros compañeros de caverna y en cambio nos proporcione los nutrientes indispensables para desarrollar la inteligencia y finalmente inventar la agricultura, sería sin duda el primer elemento significante y abstracto en la comunicación social humana. De alguna forma el "buen provecho" fue garante de nuestra existencia como raza inteligente!

Ya de ahí, a las exquisiteces de la civilización occidental, con su barrocó y su rococó, pues simplemente agregaron florituras a estos instintos básicos de buena digestión para convertirse en costumbres, que habrían seguido evolucionando, hasta convertirse en "modales" o "buenas maneras" y llegaron al nuevo mundo para conquistar los intestinos y colones americanos. Los aztecas no deseaban buen provecho, pero los españoles sí.

Somos hombres del maíz, pero también del buen provecho.

Dicho lo cual, creo que ya entiendo por qué me gusta tanto esta costumbre chilanga. 

Decir "provecho" es decir: "Espero sinceramente, no solo por mi bien y del tuyo sino el de nuestra comunidad cercana, que los alimentos que acabamos de compartir tengan la seguridad microbiológica y toxicológica necesarias para que no causen mas tensiones a nuestro sistema digestivo que las que éste pueda soportar, que no haya riesgo alguno de ser un foco epidemiológico, y que los aportes nutricionales de dichos alimentos resulten del mejor aprovechamiento para nuestros cuerpos, de acuerdo a sus necesidades y las de nuestra colectividad."

¡Provechito!


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