El dorado

Mi caña nueva funcionó admirablemente, administrando la fuerza de este enjundioso animal de unos 5 kilos y 80 cms de largo de manera tal que la delgada línea de apenas 30 libras no reventara. Recordando mis lecturas de "El Viejo y el Mar" de Hemingway sabía que de lo que se trataba era de cansar a la bestia, para vencerla más que por la fuerza, con la inteligencia.
El pescadito resultó bastante bobo. La épica lucha dudaría unos 3 minutos, al final de los cuales ya lo teníamos en nuestra red. Su aventura -empero- comenzaba. El dorado viajó conmigo por varios días (convenientemente congelado) hasta llegar a casa, donde pacientemente esperó ya fileteado, su holocausto final: ser consumido en el asador, a la talla estilo guerrero (Piquenle para la receta). No tienen una idea qué sabrosura. No solo el hecho de comer y compartir algo que se ha cazado con cierto mérito, sino de sabor. De mis aventuras en la parrilla creo que esto ha sido lo más especial que he logrado... hasta el momento.
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